Cine de correspondencia

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Las primeras migraciones de gallegos a América del Sur tuvieron lugar en el siglo XVIII, aunque no empezó a ser un fenómeno constante hasta el XIX. Durante el siglo XIX, hubo una emigración masiva a América, especialmente a Cuba y Argentina. Se cree que entre 1900 y 1960 hubo casi un millón de gallegos que dejaron su tierra para probar suerte al otro lado del Atlántico.

En torno a los años 20 del siglo pasado, algunas asociaciones radicadas en Galicia establecieron una comunicación cinematográfica con sociedades gallegas de emigrantes. Esta comunicación, sufragada por colectivos de emigrantes, consistía en rodar escenas cotidianas a ambos lados del océano para que los emigrados no sintiesen tanta morriña y para que los familiares y amigos que seguían en Galicia pudiesen ver cómo era la vida de sus seres queridos allende los mares. Digamos que se trataba de un intercambio emocional.

Entre los años 20 y 60 del siglo pasado se intercambiaron entre Galicia y diferentes países de América del Sur más de setenta películas, sobre todo procedentes de Argentina, Cuba y Uruguay.

Curiosamente, este género cinematográfico no se dio en otros territorios donde la emigración fue igualmente importante, como Irlanda o Italia, así que quizá podríamos pensar que surgió más de la famosa morriña gallega que de las migraciones en sí. Cuando digo morriña me refiero tanto a la morriña por la tierra como a la morriña por los seres queridos, en caso contrario la comunicación no hubiese sido bilateral.

Entre esas películas se encuentra Tranvías de La Coruña, el documental gallego más antiguo. Este documental, encontrado en la Cinemateca Uruguaya, es de origen desconocido y está datado en torno a 1926. La única copia que he encontrado online tiene sonido, pero recomiendo verla sin sonido porque, además de que la película original es muda, el sonido que le han puesto no tiene mucho que ver y no añade nada. Por otro lado, las imágenes de esta copia están sobresaturadas, por lo que si os interesa os recomiendo buscar otra copia mejor que circula por las redes P2P.




El documental consta de escenas sueltas que muestran diversos lugares de la ciudad de A Coruña y sus alrededores: Oza, O Burgo, San Pedro, Sada, etc. A pesar de que el título incluye la palabra «tranvías», estos están muy lejos de ser los protagonistas de la película. Los tranvías aparecen en algunos planos y la película es más que nada un recorrido por el territorio, pero no en tranvía ni en torno al tranvía.

Aunque la mayoría de intertítulos son meramente informativos, algunos incluyen descripciones breves o incluso comentarios que alaban la tierra Gallega y a sus habitantes, de los cuales el más llamativo es uno que enuncia: «Alejados de Galicia enferman de «morriña» todos los gallegos». No deja de ser peculiar que se subraye ese hecho precisamente a los emigrantes, como si se estuviese intentando agitar más su nostalgia. De hecho, por los textos de algunos intertítulos parece más un publirreportaje turístico que una película pensada para emigrantes.

En algunos momentos, los intertítulos derivan hacia apreciaciones claramente psicogeográficas, como: «Sada, risueña villa en los alrededores de la Coruña». Como coruñesa, esta descripción emocional del territorio se entremezcla con mis recuerdos e impresiones, con lugares por los que he paseado cientos de veces, o incluso lugares con los que tengo una relación realmente personal, como el colegio en el que estudié entre los 9 y los 17 años.

Me resulta chocante ver que muchos de los lugares que aparecen, como el Jardín de San Carlos, parecen persistir en una realidad paralela en la que no ha cambiado nada desde 1926. Obviamente, otras zonas, como la Ciudad Jardín o la Plaza de Pontevedra, son casi irreconocibles.

Soy consciente de que alguien que no tenga una relación emocional con este territorio valorará la película de una manera muy distinta. En cualquier caso, el cine por correspondencia me parece ante todo un género con un valor por derecho propio, tanto cinematográfico como social, antropológico, psicogeográfico, etc.

Por otra parte, hay un pariente actual de este género, el llamado «cine epistolar» o «correspondencia fílmica», que se centra de una manera u otra en la correspondencia, recordemos ejemplos como News from Home (1977) de Chantal Akerman, Letter from Siberia (1957) de Chris Marker, o el experimento Todas las cartas: Correspondencia fílmica). En todos estos casos se establece un diálogo y un intercambio emocional (entre el cineasta y otra persona, entre el cineasta y el espectador o entre dos cineastas). La diferencia entre estos ejemplos y el cine por correspondencia gallego es que este último surge de una necesidad social, o incluso emotiva, no de una intención artística.

Otro ejemplo de este cine de correspondencia es Nuestras fiestas de allá (1928), de José Gil, artífice de este género y primer cineasta de ficción gallego. Este documental se centra, como su propio nombre indica, en diferentes fiestas patronales que se celebran a lo largo del territorio gallego.

En Nuestras fiestas de allá, como en Tranvías de La Coruña, hay también referencias directas a los emigrantes. Tras unos planos del mar que viran de azul a rojo, como subrayando el dolor de la ausencia, leemos: «Detrás del mar inmenso que separa a los ausentes, tan triste como ellos al marchar, el Sol esconde la nostalgia con que se aparta del Valle, bello y anchuroso «o mellor» de todo el mundo». Llama la atención que tras este intertítulo final las imágenes viren cada vez a tonos más calientes y saturados, como si no hubiese mayor infierno que estar lejos de Galicia.




El archivo de este particular género está atesorado por el Centro Galego das Artes da Imaxe (CGAI), donde se pueden encontrar algunas de las películas. En Internet la verdad es que no hay mucha información al respecto.