Battle in Seattle (Batalla en Seattle, 2007) y The East (2013)

Battle in Seattle

Últimamente he visto dos películas de los últimos años relacionadas con el tema del activismo, Battle in Seattle (Batalla en Seattle, 2007) y The East (2013). Se trata de dos películas muy distintas, y aunque ninguna de las dos termina de funcionar por diferentes razones, una me parece medio digna y la otra risible.

Battle in Seattle se centra en las protestas que tuvieron lugar en Seattle en 1999 durante la cumbre de la Organización Mundial del Comercio. Aunque es una película claramente proactivista y bastante bien documentada, no termina de funcionar por varias razones. Su principal problema es que más que narrar una historia cita un anecdotario. Hay tantos personajes y tantos sucesos paralelos en los que no se profundiza demasiado que cuando termina tienes la sensación de haber visto solo media película.

El segundo problema es que parte de la narración se pierde en tramas que no aportan nada, como la de los dos activistas que se lían. No tengo ni idea de si eso sería una idea del guionista/director (Stuart Townsend) para intentar introducir un elemento con el que cualquier espectador pueda sentirse identificado o una exigencia de producción para atraer al público no interesado en política. En cualquier caso, es una trama tan nimia y tan metida con calzador que no hay por donde cogerla.

A pesar de sus fallos, Battle in Seattle se deja ver, aunque solo sea porque al menos tienes la sensación de estar viendo algo hecho desde la honestidad y con un interés real en el tema.

The East

The East es harina de otro costal. Quizás como narración está mejor planteada que Battle in Seattle, pero tiene momentos tan ridículos y un final tan ingenuo que es difícil tomársela en serio. Para empezar, no es una película política, es más bien un thriller psicológico en el que los activistas lo mismo podrían ser una secta o ladrones de bancos. De hecho, hay momentos en los que los activistas parecen más bien miembros de algún culto religioso extraño, o una panda de chiflados.

La historia sigue los pasos de una investigadora (Brit Marling) de una agencia privada que se infiltra en un grupo «anarquista» que ataca a grandes corporaciones y termina simpatizando con ellos, con historia de amor de por medio, claro, porque en cuanto el cabecilla (Alexander Skarsgård) se corta por exigencias del activismo su sucia melena hippie se convierte en un modelo sueco.

El retrato de los activistas está entre lo tópico y lo ridículo, y empeora incluso más cuando se nos dan pinceladas de su pasado, porque resulta que ahí nadie está por conciencia política, son todos pijos intentando exorcizar dramas familiares varios.

La protagonista termina debatiéndose entre su trabajo y sus nuevos amigos, que no acaban de convencerla mucho porque tienen un modus operandi un tanto violento. Al final, decide inventarse su propio sistema de activismo bienintencionado, que es tan ingenuo que uno no puede hacer más que reírse.

Curiosamente, viendo The East me vino a la cabeza un par de veces Sound of My Voice (2011), otra película mediocre sobre una periodista que se infiltra en una secta. Resulta que son del mismo director, Zal Batmanglij.